disimulan lo que acaban de conseguir, se sitúan en la posición de la seductora, incorporándose de este modo a su papel, de modo tan ostentoso que ellas mismas saben que —en el fondo— se trata simplemente de un simulacro. El acceso a los poderes tradicionalmente masculinos implica el miedo al castigo. Desde siempre, salir de la jaula

