—Essun —empieza a decir, con la voz sosegada que reserva para las mascotas o los locos—, esto es... Y se calla porque no sabe lo que es. Pero tú sí que lo sabes. Es un maldito golpe de Estado. Te da igual quién esté en el poder, pero cuando tiene que ver con este asunto en concreto, no te queda más remedio que ser una dictadora. No permitirás que Alabastro haya muerto en balde después de haber salvado a estas personas de ti. —He dicho que nada de votos —repites. Pones la entonación adecuada para dirigirte a la audiencia, como si fueran los niños de doce años de tu antiguo creche—. Estamos en
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