Sabía perfectamente qué fragmento de la pieza le iba a conmover la primera vez que lo tocase y todas las demás veces que lo oyese. Se lo estaba enviando como un pequeño regalo pues en realidad iba dedicado a él, como señal de algo muy bonito en mí que no hacía falta ser un genio para reconocer y me impulsaba a imprimirle una cadencia prolongada. Solo para él.

