Iba a ser un vecino difícil. Será mejor que me mantenga alejado de él, rumié. Y pensar que casi me enamoro de la piel de sus manos, de su pecho, de sus pies que nunca habían pisado tierra áspera en su vida y de sus ojos que cuando te dedicaban la otra mirada, la de semblante dulce, te portaban el milagro de la resurrección.

