Hoy el dolor, las esperanzas, la excitación de lo novedoso, la promesa de tanta dicha rondando las puntas de los dedos, el comportarme torpemente con gente a la que podía llegar a malinterpretar pero que no quería perder y por lo tanto debía hacer constantes conjeturas, el ingenio desesperado que le brindo a todo el mundo que quiero y deseo que me quiera, las separaciones que intercalo entre el mundo y yo que no son solo una, sino una serie de capas de puertas deslizables de papel de arroz, el impulso por codificar y descodificar lo que ni siquiera estuvo jamás en código.

