Entiendo muy bien cómo será la conmoción universal cuando todas las criaturas en el cielo y en las entrañas de la tierra se fundan en un solo cántico de alabanza y todo cuanto viva o haya vivido pregone: «¡Justo eres, Señor, pues se han abierto tus caminos!». Cuando la madre se abrace al torturador que ha hecho que los perros despedacen a su hijo, y los tres proclamen con lágrimas en los ojos: «¡Justo eres, Señor!». Entonces, naturalmente, se alcanzará la cumbre del conocimiento y todo quedará explicado. Pero ahí está el problema, es eso mismo lo que no puedo aceptar. Y, mientras esté en la
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