Kramskói[22] tiene un cuadro notable titulado El contemplador que representa un bosque en invierno y, en el bosque, vestido con un pequeño caftán y calzado con zuecos de corteza de tilo, completamente solo en el mundo, en la soledad más profunda, hay un pequeño campesino extraviado; está allí parado como si estuviera reflexionando, pero no reflexiona, sino que «contempla» algo. Si le dieras un empujón, se estremecería y se quedaría mirándote como si acabara de despertarse, pero sin entender nada. Es verdad que volvería en sí al instante pero, si se le preguntase en qué había estado pensando
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