Si un hombre se enamora de una belleza determinada, ya sea encarnada en un cuerpo de mujer o incluso solo en una parte de un cuerpo de mujer (eso lo entienden muy bien los lujuriosos), es capaz de dar por ella a sus propios hijos, de vender a su padre y a su madre, a Rusia y a la patria; aunque sea honrado, se prestará a robar; aunque sea pacífico, degollará; aunque sea fiel, traicionará.

