¿es posible que el resto, es decir, la población de toda la tierra, excepto ese par de ermitaños del desierto, sean malditos por el Señor y, en su misericordia, tan conocida, no perdone a nadie? Por eso, también, tengo la esperanza de que, aun habiendo dudado una vez, seré perdonado cuando derrame lágrimas de arrepentimiento.

