Y cuando dice usted que todo hombre —prosiguió— es culpable por todos y por todo, además de por sus propios pecados… ese razonamiento suyo es muy acertado, y es asombroso que, de repente, haya podido abrazar esa idea con tal plenitud. Y, en verdad, es cierto que, cuando la gente comprenda esta idea, entonces surgirá para ella el reino de los cielos no en sueños, sino en realidad.»

