La bailarina de Auschwitz: Una inspiradora historia de valentía y supervivencia
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Kindle Notes & Highlights
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La memoria es un terreno sagrado. Pero también embrujado.
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Tal vez la infancia sea el terreno en el que intentamos determinar cuánto importamos y cuánto no, un mapa en el que estudiamos las dimensiones y las fronteras de nuestra valía.
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«Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino».
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Para modificar nuestra conducta, nos dice Ellis, debemos modificar nuestros sentimientos, y para modificar nuestros sentimientos, debemos cambiar nuestros pensamientos.
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podemos decidir ser nuestros propios carceleros o podemos decidir ser libres.
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Pero, a pesar de las dificultades y las tragedias de nuestras vidas y, en realidad, gracias a ellas, todos tenemos la posibilidad de adoptar una perspectiva que nos transforme de víctimas en triunfadores. Podemos elegir asumir la responsabilidad de nuestras dificultades y nuestra curación. Podemos elegir ser libres.
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cada uno de nosotros tiene un Adolf Hitler y una Corrie ten Boom en su interior. Tenemos la capacidad de odiar y la capacidad de amar. Lo que escojamos, nuestro Hitler o nuestra ten Boom, depende de nosotros.
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con qué facilidad puede una vida convertirse en una letanía de culpa y pesar, en una canción que resuena constantemente con el mismo estribillo, con la incapacidad de perdonarnos a nosotros mismos. Con qué facilidad se convierte la vida que no vivimos en la única vida que valoramos. Con qué facilidad nos seduce la fantasía de que tenemos el control, de que alguna vez hemos tenido el control,
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de que las cosas que deberíamos haber dicho o hecho tienen el poder, si las hubiéramos dicho o hecho, de curar el dolor, de acabar con el sufrimiento, de eliminar el fracaso. Con qué facilidad podemos aferrarnos, ensalzar, incluso, las decisiones que creemos que pudimos o debimos haber tomado.
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La decisión de aceptarme como soy: humana,
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imperfecta. Y la decisión de ser responsable de mi propia felicidad.
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Una vez que reconocemos y asumimos la responsabilidad de nuestros sentimientos, podemos aprender a reconocer y asumir nuestra responsabilidad en las dinámicas que modelan nuestras relaciones.
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recordé a mí misma que estaba allí para compartir la verdad más importante que conozco, que la mayor prisión está en tu propia mente y que ya tienes la llave en el bolsillo: la voluntad de liberarte del cuestionamiento, de reivindicar tu inocencia y de quererte por lo que realmente eres: un ser humano imperfecto y pleno.