Cuando eras un niño pequeño y cometías un error, tu padre te insultaba o a veces te pegaba; tú creías que eras malo, y eso te hería más que los golpes. Cuando tu madre te decía que si no te portabas bien ya no te quería, te hería también y te llenaba de angustia. —Entonces, ¡ellos tienen la culpa de todo! —No, señor, no seas necio. Ellos también tienen heridas y lo hacían lo mejor que podían con los conocimientos que tenían. Ellos también lo aprendieron de sus padres, y sus padres de sus padres. —Es un círculo vicioso. —Un círculo que se puede romper. —¿Sí? ¿Cómo? —Dejando de buscar culpables.
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