llegó a la conclusión de que algunos centenarios encuentran su fuerza en Dios, otros en sus familias y muchos en la simple alegría de vivir, de comerse otra tarta después de haber pasado por guerras mundiales y hambrunas, cuando la tarta solo podían soñarla, o beberse otro vaso de vino; esto me lleva de vuelta a Italia y a dos de las personas que más quiero en el mundo.