Martín Lutero, el gran reformador cristiano del siglo xvi, quien estaba tan convencido de la autoridad de la Biblia como para plantarse ante la intimidante corte de autoridades religiosas que lo habían enjuiciado, e incluso mirar fijamente al santo emperador romano y declararle: «Me mantengo firme en la Escritura. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude».

