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Sin embargo, la crisis es mayor en las regiones como América Latina, donde no existe una tradición de formar líderes y donde no hemos heredado el legado de la Reforma Protestante,
Adán fracasó en su tarea de liderar.
Todos los problemas que hoy debemos afrontar comenzaron en aquel huerto, el día que el líder Adán quebrantó el código moral al comer del fruto y faltó a su responsabilidad al no impedir que Eva también lo hiciera.
nunca logró ejercer su rol de man...
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Adán le faltó la convicción para no negociar la verdad de Dios y comprometer su convicción inicia...
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Moisés faltó a la santidad de Dios y comprometió la integridad de su liderazgo frente al pueblo de Dios y por lo tanto no pudo entrar a la tierra prometida,
no solo nuestras ideas tienen consecuencias, sino también nuestras convicciones y nuestras acciones.
La generación posmoderna, pragmática y utilitarista en que vivimos no siente aprecio por las convicciones que defendieron los líderes de antaño. Y no puede apreciarlas porque donde no existen valores absolutos tampoco existen certezas, sino más bien opiniones fluctuantes, que hoy están y mañana pueden cambiar. Todo lo dicho hasta aquí nos da una idea de cómo las creencias firmes moldean el carácter, que es esencial a la hora de liderar. El carácter da lugar a la credibilidad, la credibilidad genera l...
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antes de ser líderes debemos llegar a ser hombres y mujeres de convicciones férreas.
Quien lea este libro se verá intelectualmente desafiado, moralmente confrontado, educacionalmente instruido y funcionalmente energizado. Te recomiendo que lo leas con atención, que medites en él, que lo digieras y lo pongas en práctica.
Valoro en gran manera que Al Mohler se haya tomado el tiempo de poner por escrito lo que él mismo ha creído, lo que ha llevado a la práctica y lo que ha visto funcionar.
Entendemos a qué se refería. Estos expertos en gestión se encontraban entre los más brillantes de su época, pero condujeron a la nación directo a los desastres de los años 60, como la Bahía de Cochinos y Vietnam. Evidentemente, la gestión no es lo mismo que el liderazgo.
Por supuesto, no funcionó. No podía funcionar. La nación necesitaba líderes. Los negocios necesitaban líderes. Hasta los movimientos antilíderes necesitaban líderes. Además, es de esperarse que un maestro sepa más que sus alumnos. La iglesia también necesita con desesperación líderes.
El problema es la falta de atención a lo que los líderes creen y a la razón por la que esto es fundamental.
dividido entre grupos a los que podríamos llamar «los creyentes» y «los líderes».
Los creyentes están impulsados por creencias profundas y apasionadas. Le dan mucho valor al conocimiento y son apasionados por la verdad. Se dedican a aprender la verdad, a enseñarla y a defenderla. Se definen a sí mismos en términos de lo que creen y están listos para dar sus vidas por estas creencias. El problema es que muchos de ellos no están listos para liderar.
Por otra parte, los líderes sienten pasión por el liderazgo. Están cansados de ver que las organizaciones y los movimientos mueren o declinan, y quieren cambiar las cosas para que sean mejores. Miran a su alrededor y ven iglesias muertas o decadentes, y organizaciones tibias. Los entusiasma la experiencia de liderar y son fervientes estudiantes del liderazgo dondequiera que puedan encontrarlo.
El problema es que muchos no están seguros de lo que creen o de por qué importa. Son maestros del cambio y de la transformación organizativa, pero carecen de un centro gravitacional en la verdad. Suelen funcionar con un programa tras otro hasta que se quedan sin combustible. Entonces, se preguntan: ¿Y ahora qué?
Quiero convertir a los creyentes en líderes y a los líderes en creyentes. Mi objetivo es derribar los esquemas de los modelos habituales de liderazgo y forjar un camino nuevo.
Si a nuestros líderes no los impulsan apasionadamente las creencias correctas, nos dirigiremos al desastre. Al mismo tiempo, si los creyentes no pueden liderar, no iremos a ninguna parte.
Quiero ver levantarse una generación que lidere con convicción y, al mismo tiempo, que sea impulsada
por la convicción de liderar. La generación que lo logre pondrá al mundo en llamas.
Yo había terminado mi doctorado en esta mismísima institución, mi propia alma máter, apenas cuatro años atrás. Ahora había regresado como presidente, con la misión de introducir cambios que mis exprofesores combatirían de todas las maneras posibles.
Pero una cosa sabía: me impulsaban las convicciones sobre las cuales solía afirmarse la institución, las verdades que le habían dado vida. Estas convicciones eran correctas, verdaderas y de importancia fundamental. Además, en el mismo nivel de importancia, sabía que tenía la convicción de liderar.
El cristianismo se basa en ciertas verdades no negociables y, una vez que se las conoce, se traducen en creencias.
Las creencias que anclan nuestra fe son aquellas con las cuales nos comprometemos de manera más apasionada y personal, y estas son nuestras convicciones.
Dicho de manera sencilla, una convicción es una creencia de la cual estamos absolutamente convencidos. No digo que estemos meramente persuadidos de que algo es verdad, sino que más bien, estamos convencidos de que esta verdad es esencial y transforma la vida. Vivimos según esta verdad y estamos dispuestos a morir por ella.
hay algunas cosas que debemos creer aun antes de creer que Dios salva a los pecadores. En primer lugar, debemos estar convencidos de que Dios existe, que creó este mundo y que lo gobierna. Sin estas creencias previas, no tendríamos comprensión del evangelio de Cristo.
la plena fuerza de la convicción es lo que distingue al líder cristiano.
Esto es auténtico liderazgo en su forma más clara: la disposición de una persona a morir por sus creencias, porque sabe que Cristo la justificará y le dará el regalo de la vida eterna.
Sabemos que estas cosas son tan ciertas que estamos dispuestos a vivir por ellas, a liderar por ellas y, si fuera necesario, a morir por ellas.
Como es debido, al líder
le preocupa todo lo que va desde la estrategia y la visión hasta la formación de equipos, la motivación y el saber delegar, pero en el centro del corazón y la mente del verdadero líder, encontrarás convicciones que impulsan y determinan todo lo demás.
Martín Lutero, el gran reformador cristiano del siglo xvi, quien estaba tan convencido de la autoridad de la Biblia como para plantarse ante la intimidante corte de autoridades religiosas que lo habían enjuiciado, e incluso mirar fijamente al santo emperador romano y declararle: «Me mantengo firme en la Escritura. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude».
Me mantengo firme. Estas palabras son un manifiesto de liderazgo por convicción. Pero Lutero no solo estaba listo para mantenerse firme, sino también para conducir a la iglesia en un proceso de valiente reforma.
Posteriormente, me enteré de que el propio Moro había perseguido a los luteranos y a Guillermo Tyndale, el gran traductor de la Biblia al inglés. La versión de Bolt sobre Tomás Moro no dijo toda la verdad,
Sir Tomás Moro miró a la multitud reunida para presenciar su ejecución y afirmó: «El rey me ha ordenado ser breve, y como soy un siervo obediente del rey, breve seré. Muero como buen siervo de su Majestad, pero primero, de Dios».
Esa es la clase de convicción que produce cambios. Por desgracia, hay demasiados líderes hoy que parecen tener poca idea de lo que creen o que se dejan llevar por convicciones que no son claras ni discernibles.
Se puede dividir a todos los líderes en dos: aquellos que meramente sostienen un puesto y aquellos que sostienen grandes convicciones.
La vida es demasiado corta como para prestarle mucha atención a los líderes que mantienen poco o nada, los que esperan el siguiente programa o que se suman a la última novedad en materia de liderazgo, los que prueban idea tras idea pero sin estar impulsados por ninguna convicción profunda.
Yo quiero ser un líder de peso que produzca transformaciones con mi liderazgo, precisamente porque mi...
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Aun en el mundo más grande de la política y de la historia, podemos ver la diferencia entre los líderes con convicción y los líderes que ...
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Si lo piensas, casi todos los líderes que hoy se recuerdan por haber aportado una influencia positiva a la historia fueron líderes con fuertes convicciones sobre la vida, la libertad, la verdad y la dignidad humana.
Los líderes con convicciones impulsan la acción precisamente porque están motivados por profundas convicciones y transfieren su pasión por estas convicciones a los seguidores que suman sus esfuerzos para hacer lo que saben que es correcto. Y saben lo que es correcto porque conocen lo que es verdad.
Piensa en lo siguiente: la mayoría de los estadounidenses considera que el presidente de Estados Unidos ocupa el cargo más alto imaginable del liderazgo secular. Sin embargo, ¿cuántos estadounidenses pueden nombrar aunque sea 20 o 30 de los 44 hombres que han ocupado ese puesto? ¿Cuándo fue la última vez que oíste a alguien mencionar a Chester A. Arthur o William Henry Harrison? Pero sí recordamos a aquellos que fueron conocidos por sus convicciones y por el valor que esas convicciones inspiraron.
Sin convicción, no hay nada que realmente importe, y no se transmite nada trascendente.
No podemos liderar de una manera que sea fiel a Cristo y eficaz para Su pueblo si no estamos profundamente comprometidos con la verdad cristiana. No podemos liderar fielmente, si primero no creemos fielmente.
Pero el punto de partida del liderazgo cristiano no es el líder, sino las verdades eternas que Dios nos ha revelado: las verdades que permiten que el mundo tenga sentido, que enmarcan nuestra comprensión e impulsan nuestra acción.
el evangelio no había llegado a ellos «en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre» (1 Tes. 1:5). Como líder cristiano, espero y oro para que esto sea cierto en mí y también en ti. Quiero liderar «en plena certidumbre». Este es el meollo del liderazgo por convicción y comienza con la inteligencia por convicción del líder.
hay muchas personas que poseen inteligencia pero prácticamente ninguna capacidad para liderar.

