«El médico profesor tiene que estar por ahí en los caminos, observando, manoseando, viendo, oyendo, tocando, bregando por curar con la rastra de aprendices que le dan el nombre de los nombres: ¡Maestro!… Sí, doctorcitos: no es para ser lindos y pasar cuentas grandes y vender píldoras de jalea… Es para mandaros a todas partes a curar, inventar y, en una palabra, a servir».