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Y mientras yo te sienta, tú me serás, dolor, la prueba de otra vida en que no me dolías. La gran prueba, a lo lejos, de que existió, que existe, de que me quiso, sí, de que aún la estoy queriendo.
puedo escuchar los latidos de mi corazón retumbándome en el pecho, en la cabeza, en los oídos, y tengo la boca tan seca que soy incapaz de tragar saliva.
Las montañas, puntiagudas e irregulares como si un niño las hubiese recortado con tijeras,
plantas salvajes con diminutas florecillas que parecen haber sido trazadas con la punta muy fina de un pincel, manos delicadas y pulso firme.
Tiene el cabello oscuro y unos pómulos marcados, a juego con la mandíbula y el resto de los rasgos. No sería justo decir que es meramente «guapo», porque hay algo más en él,
suele ser siempre al revés. La gente huye del frío. —Entrecierra los ojos al mirarme—. ¿De qué huyes tú, Heather?
¿Por qué a la gente le da tanto miedo admitir que no es inteligente? Pueden asegurar sin pelos en la lengua que son gordos, bajos, delgados, idiotas, torpes o feos, pero casi nadie está dispuesto a decir en voz alta que no es inteligente. Y no pasa nada. No es un delito.

