Bobbie tardó poco menos de tres horas en volver a montar la armadura y prepararla para la batalla. Solo le habría llevado dos, pero se permitió una hora más porque recordó que le faltaba práctica. Cuanto menos iba faltando para tenerla terminada, más se apretaba el nudo que tenía en el estómago. En parte se debía a la tensión natural antes de una batalla, que su etapa con los marines le había enseñado a aprovechar. Permitió que el estrés la obligara a comprobarlo todo tres veces. Cuando estuviera en el fragor de la lucha, sería demasiado tarde para hacerlo.

