Aquello era peor. Antes podía consolarse con la idea de que el universo estaba desprovisto de propósito. Que todas aquellas cosas horribles tan solo se debían a la confluencia del azar y fuerzas aleatorias. La destrucción de la Arboghast era diferente. Había sido un acto intencionado e inhumano. Era como mirar a Dios a la cara y no ver ni un atisbo de compasión en ella.

