More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
Aquella sensación de ser dos personas diferentes, una que tomaba medidas desesperadas y otra presa del estupor causado por sentir la muerte tan de cerca, se parecía a las últimas semanas de su matrimonio.
—El que hablaba era el almirante Nguyen, el más joven de todos los presentes. Con determinación militar. Regocijándose en sus palabras, como solían hacer todos los hombres jóvenes que alcanzaban el éxito.
Y no tengo tiempo de sacarme otro doctorado para leerlo, así que si no está en un lenguaje claro y conciso, despide al hijo de puta y contrata a alguien que sepa escribir.
Y que la APE, la Hezbolá del vacío, iba camino de convertirse en una fuerza política real en los planetas exteriores.
El nombre de la nave. Es particular. Juro que si abordo una nave más que se llame como un hijo o hija gestado después de pasar un fin de semana mágico en Titán, voy a empezar a multar a la gente por falta de originalidad.
Santichai y Melissa Supitayaporn eran una pareja octogenaria de misionarios terrícolas de la Iglesia de la Ascensión Humana, una religión que rehuía del supernaturalismo en todas sus formas y cuya doctrina se podía resumir en «los humanos puede ser mejores de lo que ya son, así que a ello».
una mierda —dijo ella—. Solo porque tú intentes vivir como un granjero mugriento no quiere decir que Errinwright, Lus o cualquiera de los otros sean menos humanos. Hay casas más pequeñas que esta en las que viven seis familias, y esa gente está cien veces más cerca de ser unos animales que la gente con la que trabajo.
No es saludable tener a Dios durmiendo a simple vista donde todos podemos verle soñar.
Quienes ostentaban el poder real eran los que estaban callados y tenían títulos modestos.
Solo en la Tierra, donde la comida crecía por sí sola, donde el aire era un subproducto fortuito de plantas que no había que cuidar, donde los recursos estaban desperdigados por cualquier parte, una persona podía elegir no hacer nada de nada. Los que sentían el ansia de trabajar producían tanto de más que el resto podía sobrevivir a base de eso. Un mundo que ya no se dividía entre los que tenían y los que no, sino entre los comprometidos y los apáticos.
¿Se convertiría en una cultura en la que se podría elegir si se quería contribuir?
Estaba cerca de los sesenta y soportaba el paso del tiempo con la educada transigencia de un hombre al que no atribulaban los pensamientos onerosos.
Siempre había sido un hombre exageradamente tímido, casi antisocial.
Aquello era peor. Antes podía consolarse con la idea de que el universo estaba desprovisto de propósito. Que todas aquellas cosas horribles tan solo se debían a la confluencia del azar y fuerzas aleatorias. La destrucción de la Arboghast era diferente. Había sido un acto intencionado e inhumano. Era como mirar a Dios a la cara y no ver ni un atisbo de compasión en ella.
Se encontraba en una pequeña caja de metal y cerámica que intercambiaba materia por energía para transportar a media docena de primates a través de un vacío mayor que millones de océanos. ¿Cómo podía algo tener importancia, comparado con eso?
Para que las cosas mejoraran, antes tenían que empeorar. Para sobrevivir, la planta tenía que superar lo insuperable.
Sintió la necesidad primaria de quedarse quieto y en silencio, como un animal de las antiguas praderas de la Tierra, aunque en el vacío la criatura no lo habría oído si chillara.
A este nivel, las reglas son diferentes. Es como una partida de go. Todo consiste en ejercer influencia. En controlar el tablero sin ocuparlo.
Hacía tiempo que ya no parecía cansada: había pasado a lo que fuera en que se transformaba el cansancio al volverse una forma de vida.
Verla le quitó el aliento. La estructura que se abría ante él tenía una elegancia y una funcionalidad tan bonitas, simples y efectivas como las de una hoja o una raíz. Era impresionante tener ante él algo tan parecido al fruto de la evolución, pero diseñado por mentes humanas. La cumbre del verdadero significado de la creatividad. Lo imposible hecho realidad.
Solo podría dormir si sabía que había hecho todo lo posible por intentarlo.
—Mi amor es puro —respondió Alex con una sonrisa—. No lo mancillaría haciendo... bueno, ya sabes, nada al respecto.
Había dejado que lo cegara su miedo a convertirse en otra persona, en alguien que dominaba el miedo transformándolo en violencia.
No esperó otros cincuenta segundos para la despedida que demandaba la etiqueta. La vida era demasiado corta para esas gilipolleces.
Todos nos enfrentamos al dolor de maneras diferentes —respondió Avasarala—. Si te sirve de algo, nunca podrás matar a la gente suficiente para evitar que muera tu pelotón. Igual que yo nunca podré salvar a la gente suficiente para que uno de ellos sea Charanpal.
Había sido un fracaso, pero un fracaso que comprendía, lo que lo convertía en una victoria.
Podría ser —dijo Avasarala, y dio otro sorbo a la ginebra. Estaba buena. Si no tenía cuidado, iba a beber demasiado—. Si no lo es, descubrirá quién ha sido y nos lo servirá en bandeja de plata. Emma Corlinowski es una cobarde. Por eso la adoro.
El tiempo le había robado la fuerza, pero le había proporcionado poder a cambio. Era un trato justo.
Bobbie tardó poco menos de tres horas en volver a montar la armadura y prepararla para la batalla. Solo le habría llevado dos, pero se permitió una hora más porque recordó que le faltaba práctica. Cuanto menos iba faltando para tenerla terminada, más se apretaba el nudo que tenía en el estómago. En parte se debía a la tensión natural antes de una batalla, que su etapa con los marines le había enseñado a aprovechar. Permitió que el estrés la obligara a comprobarlo todo tres veces. Cuando estuviera en el fragor de la lucha, sería demasiado tarde para hacerlo.
Hablas mejor con el culo que la mayoría de la gente con la boca estando sobrios.
Siempre se había permitido confundir enseguida el encaprichamiento con el afecto genuino.
Y de alguna manera, aquello lo cambiaba todo en lo relativo al sexo. Los movimientos eran los mismos, pero el deseo de comunicar afecto en lugar del de demostrar habilidad cambiaba lo que significaba todo. Después de acostarse con ella por primera vez, se había quedado tumbado en la cama durante horas pensando que llevaba años haciéndolo mal y se acababa de dar cuenta.
Si la niña estaba muerta, no la estarían torturando. Si estaba muerta, no estaría asustada. Si estaba muerta, él sería el único que sufriría el dolor, solo él, y ella estaría a salvo.
Bueno, si la duda está entre hablar con una abuelita de la ONU o que nos frían el culo seis destructores, yo creo que mejor vamos abriendo las galletas y preparando el té, ¿no?
—Si hay más vida, allí te encontraré. Si no, buscaré.
Avasarala no quería que le enseñaran a hacerlo, quería que se lo dijeran. No estaba acostumbrada a valerse por ella misma. Para ella, Holden era un subordinado.
La humanidad siempre se había levantado sobre las ruinas de civilizaciones anteriores, como si la vida misma fuera una improvisación química a gran escala que comenzara con los replicadores más simples y creciera hasta desplomarse para volver a crecer de nuevo. La catástrofe era solo un paso más de aquel esquema recurrente, un preludio a lo que vendría después.

