En el lapso de dos años, de 166 a 164 a. C., expulsaron a todos los griegos de la región que circunda Jerusalén. En la ciudad misma encerraron a los reformadores y los seléucidas en el Acra y limpiaron el Templo de sus sacrilegios, reconsagrándolo a Yahvé en un servicio solemne celebrado en diciembre de 164 a. C., un episodio que los judíos todavía celebran en la festividad de la Janukká, o Purificación.