Algunos son obras maestras, que arrancan ecos en los corazones de todos los tiempos y lugares: el Salmo 22, que clama pidiendo ayuda; el Salmo 23, con su sencilla confianza; el 39, epítome de la angustia; el 51, que ruega compasión; el 91, gran poema de la seguridad y el consuelo; el 90, el 103 y el 104, que celebran el poder y la majestad del Creador y los vínculos entre Dios y el hombre; y los salmos 130, 137 y 139, que sondean las profundidades del sufrimiento humano y ofrecen mensajes de esperanza.