Carlos Rodríguez

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Por eso, cuando oigo decir que un sabio ha muerto, mi corazón se apena. Naturalmente, no por él, pues vivió en la alegría y murió en el honor. No, se apena por los sobrevivientes. Sin el fuerte brazo protector que les daba seguridad, están abandonados a los sufrimientos que son su destino, y que pronto sentirán, a menos que la Providencia les aporte un nuevo protector que sustituya al antiguo.
La historia de los judíos (Spanish Edition)
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