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Pero el libro había llenado mi tiempo, me había hecho una compañía tranquila, constante, la compañía de esos personajes que no existían y no existirían nunca pero que, de alguna forma, me hacían sentir menos... sola.
—Entonces, ¿soy tu cazadora y tu ladrona? Sus manos se deslizaron hasta cogerme las rodillas mientras decía con una sonrisa pícara: —Tú eres mi salvación, Feyre.
Bienvenida a la familia, Feyre. Y yo pensé que esas palabras eran las más hermosas que hubiera oído nunca.