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Es deber de los viejos sentirse angustiados por los jóvenes —sentenció el bibliotecario—. Y es deber de los jóvenes menospreciar la angustia de los viejos.
—Los dos estamos en el bando de Lyra.
—Tú no eres una Belacqua, no, tú eres Lyra Lenguadeplata —exclamó Iorek—. ¡Si yo no quiero otra cosa que pelear con él! ¡Ven aquí, daimonion mío!
El ser humano no es capaz de ver nada sin sentir la necesidad de destruirlo, Lyra. Esto es el pecado original. Y yo voy a destruirlo. Voy a matar la muerte.