La culpa no resuelta te convertirá en una persona infeliz, agotada, enojada, estresada y preocupada. En un salmo que David probablemente escribió luego de su aventura con Betsabé, el rey dijo: Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano. (Salmos 32.3, 4 NTV)

