Jugó contigo, no estabas en tu sano juicio. Es absolutamente comprensible, pero el caso es que te obligó, Ivy. No tuviste elección, y la Ivy que yo conozco, esa Ivy que me ponía a cien cada vez que me regañaba, la Ivy a la que llegué a respetar y admirar, la Ivy de la que me enamoré como un loco, jamás habría hecho algo así por propia voluntad. Así que no te culpes. No eches sobre ti esa carga.

