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El odio requiere unos moldes prefabricados en los que poder verterse. Los términos que se emplean para humillar; las cadenas de asociaciones y las imágenes que nos permiten pensar y establecer clasificaciones; los esquemas de percepción que empleamos para categorizar y emitir juicios están prefijados. El odio no se manifiesta de pronto, sino que se cultiva. Todos los que le otorgan un carácter espontáneo o individual contribuyen involuntariamente a seguir alimentándolo[4]
Es probable que estos partidos también pierdan su atractivo cuando se vean obligados a participar en debates públicos en los que deban argumentar y reaccionar ante las afirmaciones de su interlocutor, cuando se les exija una interpretación racional y desapasionada de cuestiones complejas. Puede
Observar el odio y la violencia, así como las estructuras que los hacen posibles, significa, asimismo, visibilizar el contexto en el que se producen tanto la justificación previa como la posterior aquiescencia, sin las cuales el odio no podría germinar.