El rostro de Rob Cualquiera se convirtió en la viva imagen del terror, y Tiffany lo oyó murmurar: «¡Aj, pardiez!». —Pero por supuesto, la novia es quien debe elegir el día, ¿no? —añadió ella en tono alegre—. Todo el mundo lo sabe. —Sí —asintió Rob Cualquiera, tembloroso—. Esu dice la tradición, sí. —Entonces, eso haré. —Tomó aire—. En el fin del mundo hay una gran montaña de granito de un kilómetro y medio de altura y, cada año, un pájaro diminuto vuela hasta allí y se limpia el pico en ella. Pues cuando el pajarito haya desgastado la montaña hasta que sea del tamaño de un grano de sal... ¡ese
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