Bueno, ese tipo de maldiciones no son maldiciones propiamente dichas, sino más como «¡porras!», «¡repámpanos!», «¡jolines!», «¡joroba!»... ya sabes. Las maldiciones son más en plan: «Espero que te explote la nariz y las orejas te salgan volando». —Creo que las maldiciones de la abuela eran un poco más que eso —respondió Tiffany, muy segura—. Y hablaba con sus perros. —¿Y qué tipo de cosas les decía? —Bueno, cosas como «ven» o «aquí» y «así está bien». Siempre hacían lo que ella les decía. —Pero eso no son más que órdenes para perros ovejeros —replicó la señorita Lento, con aire desdeñoso—. No
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