Roland se lo quedó mirando. Tiffany le dedicó una de sus sonrisas más dulces, cosa que podía dar bastante miedo. —No se lo contarás a nadie, ¿verdad? —dijo. Roland se volvió hacia ella, muy pálido. —Nadie me creería... —balbuceó. —Non —dijo Tiffany—. Veo que nos comprendemos. ¿A que eso es bueno? Y ahora, si no te importa, tengo que terminar esto y empezar con el queso.