Aléjate de aquí —dijo Tiffany—. No vuelvas nunca. No toques jamás lo que es mío. —Y entonces, como aquella cosa era tan débil y pueril, añadió—: Pero espero que alguien llore por ti. Espero que el rey vuelva. —¿Me tienes lástima? —gruñó la cosa que antes fuera la reina. —Sí, un poco —dijo Tiffany—. Pero no cuentes con poder aprovecharte.