Naird

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Salió corriendo de su escondite, sartén en mano, blandiéndola como si fuese un bate. El monstruo apareció gritando, surgió del agua de un salto y se encontró con la sartén que venía por el otro lado y le aplastó la cara. Fue un porrazo de los buenos, con el ¡clooonnnggg! característico de un porrazo bien dado.
Los pequeños hombres libres (Discworld, #30)
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