Decía: «Otro día de trabajo y sigo Dolorido»; o: «Me levanto Dolorido por la mañana y me voy a la cama Dolorido»; o incluso: «Dolorido de la cabeza a los pies». No eran tan graciosos después de la tercera vez, aunque Tiffany lo echaba de menos si no oía al menos uno a la semana. No tenían por qué ser divertidos, porque eran chistes de padre. En cualquier caso, lo escribiesen como lo escribiesen, todos sus antepasados se habían sentido demasiado Doloridos para marcharse.