Naird

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De hecho, todos los pastores la observaban. La abuela nunca jamás entró en la competición, porque ella era el concurso: si pensaba que eras un buen pastor, si asentía con la cabeza cuando salías de la pista, si chupaba su pipa y decía «eso servirá»... ibas todo el día henchido de orgullo, te sentías dueño de la Caliza...
Los pequeños hombres libres (Discworld, #30)
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