Tiffany se preguntó si podría leer la mente. —¿La mente? No —dijo la señora Ceravieja, subiendo a su escoba—. Las caras, sí. Ven aquí, jovencita. —Tiffany obedeció—. Lo que tiene la brujería es que no se parece en nada a la escuela. Aquí primero apruebas el examen y después te pasas unos años averiguando cómo lo aprobaste.