La intrincada palabrería de los legalismos tiene lugar debido a la necesidad de ocultarnos a nosotros mismos la violencia que empleamos hacia los demás. Entre privar a un hombre de una hora de su vida y privarle de su vida entera solo hay una diferencia de magnitud. En ambos casos usamos la violencia contra él, consumimos su energía. Elaborados eufemismos pueden disimular nuestra intención de matar, pero tras todo uso del poder contra otro la premisa que se esconde detrás es la misma: «Me alimento de tu energía».