—¡Que no es nada, querida mía, que no es nada, lucero! Tengo que chuparle el dedito y decirle muchas veces: «Cura sana, culito de rana, si no curas hoy curarás mañana». Ella lo repite y acaba por quedarse dormida en mis brazos… «¡Ea, ea, qué gallina tan fea, cómo se sube al palo, cómo se balancea!».




