Palomaleca

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Mi guardia de día comienza muy temprano para relevar a las que han pasado la noche en vela. Salgo de casa a las seis y voy andando hasta la carretera de Chamartín por donde pasa el tranvía. No miro a los lados… tengo miedo de ver… Sin embargo, hay unos pies juntos, inmóviles, con los talones apoyados en el suelo, y me sobresaltan. ¡Pies de muerto! Y allí está, en el borde de la cuneta, de cara al cielo, los brazos abiertos y ¡tiene los ojos vidriosos ya! Corro hacia el tranvía…
Celia en la revolución
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