De pronto se comenzó a oír el ruido de tantos aeroplanos que aturdía… Era como si el cielo descendiera hecho motor… y súbitamente, el bombardeo… La gente corría enloquecida por las calles… se venían abajo las casas, y los trozos de cristales y madera se clavaban en las paredes o penetraban por las ventanas… Ella, con sus niños y su marido apretados contra la pared medianera, que es la más resistente… Cuando aquellos salvajes acabaron los bombardeos, se fueron por donde habían venido… —¡Qué cuadro, compañera! Salieron a la calle y no se podía andar de escombros… de todas partes salía humo…
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