En el comunismo de Corea del Norte todo se espera del Estado, incluso el foquito de luz en el baño de una casa quemado por un apagón. Pero ese Estado distribuye poco y mal. En cambio en el neoliberalismo de Corea del Sur los ciudadanos no esperan nada del Estado, el cual se desentiende de todo —incluso lo elemental como una jubilación— y cualquier fracaso es entonces responsabilidad propia: ese «hombre libre» sólo puede condenarse a sí mismo.

