Estos hallazgos confirman la idea de que las interacciones sociales complejas, como la colaboración, generaron las presiones selectivas necesarias para la evolución de cerebros de mayor tamaño y unas habilidades cognitivas avanzadas en nuestros ancestros primates. No obstante, cuando Dunbar y sus colegas estudiaron a aves y otros animales, el patrón de «a mayor grupo social, mayor cerebro» no se sostenía.