aparte la imaginación de los sucesos adversos que le podrán venir, que el peor de todos es la muerte, y como ésta sea buena, el mejor de todos es el morir. Preguntáronle a Julio César, aquel valeroso emperador romano, cuál era la mejor muerte: respondió que la impensada, la de repente y no prevista;[34] y aunque respondió como gentil y ajeno del conocimiento del verdadero Dios,[35] con todo eso dijo bien, para ahorrarse del sentimiento humano.

