«Nuestra vanidad, nuestro amor propio, fomenta el culto a la genialidad64 —afirmó Nietzsche—. Porque cuando vemos la genialidad como algo mágico, no estamos obligados a compararnos con los demás y a descubrir nuestras propias carencias… Calificar algo de “divino” significa: “Aquí no es necesario competir”».