Fue entonces que todos volteamos en dirección de la barra, donde se encontraba Cornelio, parado exactamente entre dos baldosas del piso sin tocar ninguna unión. Levantaba con una mano la botella entera mientras entraban tragos y tragos, de boca a boca. Se notaba desde el otro extremo del salón cómo su misma lengua intentaba evitar que entre los tragos se fuera el cadáver del insecto.