Gonzalo Talavera Forlin

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Así lo había querido Hélène, convencida de que la serenidad de un refugio apartado conseguiría apaciguar el humor melancólico que parecía haberse apoderado de su marido. Tuvo la sagacidad, por otra parte, de hacerlo pasar por un capricho personal suyo, regalando al hombre que la amaba el placer de perdonárselo.
Seda
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