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nutrición frenaba los agentes cancerígenos químicos, incluso los más potentes, y controlaba el cáncer.
Las dietas bajas en proteínas inhibían el desarrollo del cáncer producido mediante la administración de aflatoxinas, independientemente de la cantidad de este carcinógeno que se administrara a los animales.
Una vez iniciada la enfermedad, las dietas bajas en proteínas conseguían bloquear notoriamente su evolución.
La caseína, que supone el 87% de las proteínas de la leche de vaca, favorecía todas las etapas del proceso canceroso.
“Existen, en efecto, dos cosas: saber y creer que uno sabe. El saber es la ciencia. Creer que uno sabe es ignorancia”.
www.drmcdougall.com),

