cabeza con un globo amarillo que flota ligero en el aire. En razón de mi estado de ánimo, la luna no es pequeña, virginal y plateada, sino gorda, amarilla, voluptuosa y preñada. Esa es la diferencia entre abril y agosto, entre mi estado físico actual y el de un futuro más o menos inmediato. Pero de pronto la luna ha sufrido una repentina metamorfosis, que es posible por las alusiones imprecisas y vagas de la primera línea, y se ha convertido en el bulbo del tulipán, del crocus o del áster, y se ha producido una metáfora: la luna es «bulbosa», es decir, gorda –porque el adjetivo «bulbosa»
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