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¡Solo porque eres un tío, solo porque nunca has tenido que preocuparte por quedarte embarazada…!
Lo deseo; sin embargo, oigo una voz que me recuerda que «en cuanto una mujer empieza a tener relaciones sexuales ya nunca se siente satisfecha»,
–Tú no sabes lo que es –contesta–. No puedes
saber lo que es cuando te arde todo el cuerpo, cuando te sientes arder por dentro.
Deseo las cosas que terminarán destruyéndome…
la soledad y la identidad son demasiado importantes para traicionarlas a cambio de compañía.
¿Es posible que el contacto con estas criaturas encantadoras haya despertado algún sentimiento maternal? ¿Es posible que las manos de un niño sobre el pecho, las mejillas pegadas al rostro, el calor de los cuerpos de los niños en las manos, haya despertado la sensualidad? Tal vez. Además, esta ha sido una noche tranquila, por eso me siento enternecida. Habrá otras noches mucho menos gratas, aunque recordar el humor caprichoso y versátil de los niños me permite sonreír serenamente, evitar el rencor –que la mayoría de los adultos sentimos y alimentamos hasta que nos corroe como un cáncer– y
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he sentido que el sol me violaba dulcemente
Porque incluso cuando un hombre decide ser promiscuo puede seguir tapándose la nariz ante
la promiscuidad para mantener las formas, puede seguir pidiéndole a la mujer que le sea fiel, que lo salve de su propia lujuria.
Haber nacido mujer es mi tragedia.
una mujer, siempre expuesta al peligro de una agresión.
El irreprimible interés que me inspiran los hombres y su vida a menudo se confunde con el deseo de seducirlos, o se interpreta como una invitación a la intimidad. Pero, por Dios, yo solo quiero hablar con todas las personas que sea posible y profundizar todo lo que sea capaz.
Me gustaría pode...
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a cielo abierto, viajar al oeste, pasear librement...
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El viento ha empujado una cálida luna amarilla sobre el mar, una luna bulbosa, que ha germinado en el fértil color añil del cielo nocturno y ahora esparce brillantes pétalos de luz titilante sobre las oscuras aguas trémulas.
cabeza con un globo amarillo que flota ligero en el aire. En razón de mi estado de ánimo, la luna no es pequeña, virginal y plateada, sino gorda, amarilla, voluptuosa y preñada. Esa es la diferencia entre abril y agosto, entre mi estado físico actual y el de un futuro más o menos inmediato. Pero de pronto la luna ha sufrido una repentina metamorfosis, que es posible por las alusiones imprecisas y vagas de la primera línea, y se ha convertido en el bulbo del tulipán, del crocus o del áster, y se ha producido una metáfora: la luna es «bulbosa», es decir, gorda –porque el adjetivo «bulbosa»
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Por ejemplo, el movimiento constante de las olas hace que la luz destelle en el mar, así que, para dar una sensación de movimiento intermitente, he utilizado los adjetivos «titilante» (para realzar los destellos brillantes que se suceden en staccato) y «trémulas» (para expresar un movimiento continuo, en legato). «Brillantes» y «oscuras»
me pregunto: «¿Dónde está la chica que era yo el año pasado… o hace dos años?... Y ¿qué pensaría ella de mí?». Entonces recuerdo vagamente la idea de Tolstói sobre el destino, la fatalidad y el libre albedrío. Cuando se retrotrae al pasado un acto y se va inscribiendo en el entramado de la propia individualidad parece cada vez más claramente el resultado del destino ineluctable. Sin embargo, en el presente inmediato cualquier acto suele parecer el resultado del libre albedrío.
Es triste no ser capaz de hacer otra cosa que repetir las palabras de otros poetas. Me gustaría que alguien me citara a mí.
Pero incluso entonces vuelven las dudas: y ¿si no encuentras a nadie que te satisfaga tanto? Y ¿si te pasas toda la vida arrepintiéndote amargamente de tu decisión? Es una decisión que debes tomar, cuanto antes mejor. ¿Quién tendrá el coraje de ser el primero en tomarla? Si me enamorase de alguien sería menos doloroso, pero dudo que vuelva a tener tanta suerte. ¿Sería capaz de cambiar de actitud y someterme gustosamente a su vida? ¡Miles de mujeres lo harían! Dependería del miedo que tuvieran a convertirse en unas solteronas y de lo acuciantes que fueran sus necesidades sexuales, pero a los
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¡Cómo necesitamos otra alma a la que aferrarnos, otro cuerpo que nos dé calor! Para descansar y confiar…», y ahora lo repito. ¿Cuántos hombres me quedan aún por conocer? ¿Cuántas nuevas oportunidades tendré? No lo sé. Pero a los diecinueve correré el riesgo y ¡confiaré en que me quedan una o dos oportunidades más!

