Pero con esta mujer es como si no hubiera interior, solo una superficie en la que repetidamente busco una entrada. Cualquiera que fuese el secreto que buscaban, ¿se sintieron también así sus torturadores al tratar de descubrirlo? Por primera vez siento una pena malsana por ellos: ¡qué error tan normal es creer que quemando, desgarrando o acuchillando se penetra el cuerpo secreto del otro!